Confesión de fé vital

El mundo es una caja de bombones, un pañuelo con el que Dios se suena los mocos, y una caja de zapatos donde crecen y viven un orgasmo metafísico…gusanos. Las calles son encrucijadas de ladrillos y hormigón. La ciudad es un paseo de alquitrán con conciertos de rock en las esquinas, y nosotros…nosotros no somos nadie. Dicen que vivir vale la pena, que morir es una pérdida de tiempo, y que yo soy una falta de respeto. Pero lo cierto es, que la gente que puede decir cosas interesantes, mantiene la boca cerrada por que sabe lo que le conviene. La existencia no tiene una razón, solo un pene, una vagina, y la consecuencia de unos movimientos repetidos, como diría el gran Andrés Montes: Ticky tacka salinas, ticky tacka.
Después de todo lo vivido, he de admitir, que tal y como va el mundo, cuando llegue la hora de morir, querremos cambiar de cadena. Pero las pilas del mando estarán quemadas. Para entonces, ya habrá habido una guerra, y más de una visión catastrófica. El hombre es una palabra, lo que camina por la calle no tiene nombre. Pienso que la vida es un periodo de tiempo, que se da para ser elegante, para tener estilo, para ser distinto sin quedar como una patraña o como un fantoche. Morir con estilo, o matar a lo loco, es una de las bases de la psicología actual. Mientras tanto persigo un sueño al que intento agarrar de los bolindres testiculares para traerlo a la realidad, pero se resiste el desgraciao.
Harto de ir por la calle y ver a gente que me mira y me dice: “Ahhh, ¡¡¡¡¡yo no estoy loco!!!!. Harto de sentirme un sinsentido por hartarme del sentido que buscan los que no sienten nada en la vida. Harto de morir tan poco a poco, de renacer con tanta frecuencia. Voy a ser sincero por una vez en tu vida, si el mundo se cayera a pedacitos de ardiente alquitrán, si los cristales se resquebrajarán en pedazos y cayeran como un chaparrón de puñales, si los tejados se rebelaran y tuvieran derecho de admisión para los gatos: sé que desvarío, por ello creo haber enloquecido. Peligra mi vida, ¡La muerte me tiene miedo! Las estrellas me roban la mirada, para que no sueñe contigo. Y el sol me quita la fuerza de los dedos, para que no escriba que Dios no existe. No obstante eso no cambia, que dios no existe. Intentan darle vida, le dan un icono, un himno, le dan su hogar, su familia, su nombre...pero él no aparece. Por eso sigo pensando que Dios es como el ratoncito Pérez, todos hablan de él, pero nadie lo ha visto nunca. Aún así hay más de uno que sacrifica alguno de sus dientes, o su misma boca, por tener noticias de ese ratón.
Pero en el fondo ese es el precio de la religión. Esa es la fé. Sacrificar la boca, sabiendo que lo que dices no tiene sentido alguno, a cambio de algo que puede que no obtengas jamás. La fé, caro precio, amiga fiel.
Sin embargo la vida es más sensata. Haz lo que quieras, acepta las consecuencias, eres libre, realmente libre pero sé consecuente. Es lo malo de la conciencia y de la razón, la responsabilidad que admites como consecuencia.
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