Arachne
Suspendida sobre el ojo de una
aguja clavada
hasta el rincón más recóndito
del vientre de un grano de arena;
oscilante, como las horas
que vierten las dudas,
lentas pero inexorables,
a orillas del miedo.
Agita sus patas, araña vetusta,
el tiempo rumiante.
Teje soberano nido
y lo puebla de incertidumbre aciaga.
Roza inmisericorde
con ansia constante la piel ardiente,
sembrando oscuros presagios
y vagas falacias,
araña insolente.
Mientras prolongamos inquietos y apretamos los dedos
como el recién nacido se agarra a este mundo;
ponemos el verbo del revés,
y olvidamos los latidos sustantivos.
Romper la telaraña que nos ata al vacío,
al vértigo frenético que nos consume.
Parar el tiempo un instante, mirar el precipicio de frente,
y dejar los dedos henchidos: la huella donde estuvimos.
El rastro para volver cuando de pronto,
empiece a acabarse
el camino.
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