Instinción

-¿Eso cree?
-Si, sin ninguna duda. Pero es que…No entiendo porqué lo preguntas. Acaso tu tienes otra opinión…
-¿No cree que son sólo…humanos pasándolo bien? ¿No cree que la dominación es un mal necesario para la composición de la personalidad? Algo placentero…instintivo. Casi animalesco…pero placentero al fin y al cabo.
-¡Es una violación, joder! En toda regla y ante todo ser racional…
-No entiende lo que digo…-el chico volvió la cabeza mientras suspiraba, y de un rápido movimiento, casi fugaz, propinó al adulto con el que había estado hablando, un puñetazo en la cara. El agredido cayó al suelo confundido y miró al chico. La sangre de la nariz había alcanzado su boca, y ese amargo sabor le provocó unas punzadas en la cabeza tan profundas que a punto estuvo de perder la conciencia.-¿Está usted llamándome loco, hijo de la gran puta?
-¿Qué te ocurre? ¿Por qué haces esto?
-Reducen toda la mente humana, a motivaciones, y conductas, cuando el ser humano no tiene límites imaginables. Somos animales, pero animales inteligentes, y ustedes ponen límites a nuestras acciones, aún sabiendo que la vida es tan efímera…
-¿Pero qué tiene que ver eso, con violar a alguien?-el adolescente miró al techo del salón de su casa. Luego a las cortinas que tapaban el cristal de la ventana, y por último a su profesor de psicología que yacía en el suelo con la cara ensangrentada, y lo pateó con todas sus fuerzas.
-No-se-trata-de-violar-a-alguien. No es algo tan simple, joder. A ver como se lo explico…-el adolescente situó sus manos en la cintura, simulando una pose algo afeminada, y dio una vuelta en torno al sofá. - ¿Porqué permiten, esos que son tan sensibles con los animales, que bestias gordas y malolientes monten ejemplares tan hermosos pertenecientes a la especie de los caballos? ¿Porqué los humillan, y los torturan de una forma tan insultante? Algunos dicen, que los caballos viven para eso, ¿Para qué viven los humanos, excelentísima eminencia?
-La vida es un fin en sí mismo. –tras esta frase, el profesor recibió una nueva patada en el costado, que le hizo resoplar con evidentes signos de agotamiento.
-La vida es sólo una oportunidad. En ella cada uno siembra su portento y escoge un lugar en la jerarquía…Están los poderosos, y los pobres. Los marginados y desalentados hijos del cólera, y los portentos prodigiosos de una inteligencia tan suprema que han enloquecido. Están las bestias y los caballos…los humanos poderosos, como animales majestuosos y dominadores, y los caballos…simples bestias de carga…¿Usted qué es?

El profesor detuvo su respiración un segundo y miró al chico. Miró en derredor y añadió:
-Una bestia…Yo soy una bestia fuerte…
-¿Si? Preguntó el chico sonriente. Miró al televisor donde una chica lloraba mientras un hombrecon una máscara de cuero la golpeaba con fuerza sobrehumana. El profesor asintió. El chico miró en derredor. El televisor, el sofá con estampados florales, la mesa pesada de madera, justo ante ellos, y su sonrisa se ensanchó.
-Pero no basta con ser una bestia…Hay que ser una bestia depredadora…¿Y sabe porqué? Porque los caballos también son bestias…demasiado nobles, ingenuas, no tienen noción de jerarquía ni de honor, no como los lobos. Y en eso el mundo animal, tiene su importancia. Pero en este mundo, profesor, las bestias nobles e ingenuas mueren a manos de los depredadores. – de un repentino movimiento, el chico levantó la mesa de madera y la dejó caer sobre el profesor.

El chasquido de las vertebras torácicas, al partirse bajo el peso de la mesa, provocó en Fran, una fuerte erección. El profesor desde el suelo soltó una exhalación cuando la pata de aquella enorme mesa cayó sobre el. Su rostro se desfiguró bajo aquella presión tan descomunal sobre el pecho. Sintió el dolor y la asfixia, la incapacidad para tomar aire. Y empezó a sentirse ansioso, la sien le palpitaba fuertemente. oía resquebrajarse en su interior los huesos de la espalda, intentó moverse, para liberarse de ese peso tan asfixiante que le oprimía los pulmones y no le dejaba respirar. Una de sus piernas se movía intermitentemente, bajo el dominio de algún mecanismo inconsciente. Como una zona inútil y estúpida, hacía movimientos rápidos que terminaban con un nuevo crujido de alguna otra vértebra de la columna. Pero pronto fue, como si un velo blanquecino le ocultara la mirada. La visión se tornó borrosa, y en su pecho algo se quebraba, como ramitas pequeñas de un gran tronco que se muere. Y al poco rato ni siquiera podía mover los brazos. Por eso las manos que al principio apretaban con fiereza, aquella robusta pata de madera, para intentar levantarla, perdieron fuerza y cayeron débiles y livianas sobre el suelo. Y de la boca, empezó a brotar en borbotones, sangre negra. Y no pudo gritar, sólo le salía de dentro un ligero gemido, una mezcla entre un grito y un suspiro.

Lo que más sorprendió a Fran, fue que después de muerto, dentro de aquel cuerpo inerte, siguieron crujiendo bajo la pata de la mesa, vértebras y huesecillos, conformando seguro, un amasijo inorgánico ya, de vísceras y fluidos.

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