Instinción Cap III
Se levantó del banco lentamente, se irguió mientras guardaba el canuto cuidadosamente en uno de los bolsillos laterales del pantalón que colgaban a la altura de la rodilla. Y en su cabeza oyó “Eins”. Se quedó pensativo mirando la tierna escena entre padre e hijo, y otra vez, aquella voz “zwei”. Se mordió el padrastro del dedo gordo de la mano derecha, se sentía plenamente excitado, las expectativas de placer eran grandes, la satisfacción plena aunque ciertamente efímera, rozando la punta de los dedos. “drei” dijo la voz esta vez, y Fran se acercó lentamente hacia el tobogán que el chico estaba usando para deslizarse. “vier”, el padre miraba al engendro con una sonrisa que se enturbió al observar el semblante serio del adolescente que se acercaba hacia ellos. “fünf”, ¿Estaría drogado? Se había estado haciendo un porro… ¿Y si quería bronca?. "Maldita sea, para un día que lo bajo yo y me monto paranoias por tonterías". “sechs”, Fran se encontraba ante el tobogán, erguido y tenso. Con la mirada posada en los ojos del padre, sosteniéndola creando una tensión en el ambiente tan dura que el hijo lo percibió y se detuvo en la escalera del columpio. “sieben”, Fran sonrió, y tal gesto facial recordó la faz maliciosa de su maestro, aquel tono gestual frío que inspiraba soberbia y superioridad. “acht” el crío comenzó a subir la escalera, y mientras lo hacía mantenía la mirada posada en las anchas espaldas de Fran que ni siquiera se inmutaba. Por no mirar los barrotes de la escalera, el crío se apoyó mal en uno de los barrotes, resbaló y cayó al suelo de espaldas propinándose un duro golpe en la columna. Antes de que cayera al suelo soltó un alarido de sorpresa, y cuando su pequeña espalda chocó contra el pavimento, estalló en un llanto exagerado que preocupó seriamente al padre que se acercó corriendo a auxiliar a su hijo. “neun”, Fran observó la escena y negó con la cabeza, parecía indignado. Se acercó lentamente introduciéndose en la escena, rompiendo el amargo encanto que provocaba ver la inocencia del niño dolida por el susto, y la preocupación del padre acrecentada por el volumen del llanto de su hijo. Cruzó los brazos sobre el pecho, y se situó frente al progenitor que se mantenía a cuclillas murmurándole “estupideces al saco de mocos de su hijo".
-Matalo- gimió el maestro desde el banco. – jodido cobarde…Las pupilas de Fran temblaron y se humedecieron., el padre sintió como una sombra se situaba sobre él y miró hacia arriba. Sus pupilas y las de Fran se encontraron, y la sonrisa que vió le hizo intuir que aquel chico era diferente de los demás. “aus”, De un movimiento fugaz Fran situó su mano izquierda en una de las barras de la escalera del columpio, y con la derecha sujetó al padre de la nuca estrellando su cabeza contra la escalera de hierro. El padre, no pudo reaccionar y sintió como su nariz reventaba contra el hierro. Cerró los ojos como acto reflejo pero el golpe fue devastador. El tabique nasal crugió mientras empezaba a caer a borbotones la sangre humedeciendo la arena, donde el llanto del niño se convirtió en alaridos. Y el padre en el suelo permanecía inconsciente con media cabeza envuelta en la misma sangre que debajo de él empezaba a formar un charco. Y erguido, Fran se quedó paralizado contemplando el dantesco cuadro que el mismo había provocado.
“Bravo” oyó de voz del maestro, y Rammstein desde el interior del ipod continuó la secuencia con “sonne”. Se dio la vuelta y mientras se marchaba caminando, cabizbajo y pensativo, reflexionando sobre cada movimiento, cada mueca, cada respuesta…volvió a vislumbrarlo todo, la sangre manchando la arena; escribiendo todas las relaciones amorosas que él no pudo escribir con un palo en la playa. Realizando los voluminosos contornos de los dibujos, que él, por tener tan patético estilo no puede realizar. Recitando en alaridos de crío, los poemas más viscerales que jamás, por tener serios problemas con la sociedad y con la humanidad, podrá escribir jamás. Y la gente lo miraba alejarse, entre sorprendidos, e indignados, esperaban que se volviera para asumir la responsabilidad o jactarse de tan demente actuación, pero nada. Su comportamiento, siempre tan soberbio, tan indiferente…y el maestro sonrió. Sabía, que pasaría eso.
-Matalo- gimió el maestro desde el banco. – jodido cobarde…Las pupilas de Fran temblaron y se humedecieron., el padre sintió como una sombra se situaba sobre él y miró hacia arriba. Sus pupilas y las de Fran se encontraron, y la sonrisa que vió le hizo intuir que aquel chico era diferente de los demás. “aus”, De un movimiento fugaz Fran situó su mano izquierda en una de las barras de la escalera del columpio, y con la derecha sujetó al padre de la nuca estrellando su cabeza contra la escalera de hierro. El padre, no pudo reaccionar y sintió como su nariz reventaba contra el hierro. Cerró los ojos como acto reflejo pero el golpe fue devastador. El tabique nasal crugió mientras empezaba a caer a borbotones la sangre humedeciendo la arena, donde el llanto del niño se convirtió en alaridos. Y el padre en el suelo permanecía inconsciente con media cabeza envuelta en la misma sangre que debajo de él empezaba a formar un charco. Y erguido, Fran se quedó paralizado contemplando el dantesco cuadro que el mismo había provocado.
“Bravo” oyó de voz del maestro, y Rammstein desde el interior del ipod continuó la secuencia con “sonne”. Se dio la vuelta y mientras se marchaba caminando, cabizbajo y pensativo, reflexionando sobre cada movimiento, cada mueca, cada respuesta…volvió a vislumbrarlo todo, la sangre manchando la arena; escribiendo todas las relaciones amorosas que él no pudo escribir con un palo en la playa. Realizando los voluminosos contornos de los dibujos, que él, por tener tan patético estilo no puede realizar. Recitando en alaridos de crío, los poemas más viscerales que jamás, por tener serios problemas con la sociedad y con la humanidad, podrá escribir jamás. Y la gente lo miraba alejarse, entre sorprendidos, e indignados, esperaban que se volviera para asumir la responsabilidad o jactarse de tan demente actuación, pero nada. Su comportamiento, siempre tan soberbio, tan indiferente…y el maestro sonrió. Sabía, que pasaría eso.
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