Coherencia cuántica



Cuando Angie se despertó, realizó todas y cada una de las acciones que realizaba siempre, de forma rutinosa e inconsciente, antes de ir al trabajo, pero...su corazón guardó la sangre, en vez de bombearla, cuando vió que la puerta de su piso, estaba cerrada por fuera. Buscó las llaves, en el mueble del recibidor donde siempre solía ponerlas, a pesar de saber que probablemente no las encontraría, porque...no había sido ella, la que había cerrado la puerta, y la persona responsable, probablemente, lo habría hecho con la intención de no dejarla salir. Efectivamente, en el recibidor, no había ninguna de las dos llaves que tenía, la que usaba, y la copia que guardaba de repuesto.




Vivía sola y había considerado esto, siempre una ventaja, más que un castigo. Sin embargo, en aquel instante deseo vivir con alguien a quién poder pedir ayuda, o simplemente a quien responsabilizar de aquella ilógica situación. Pensó: alguien había entrado en casa mientras ella dormía, esa, fue la única conclusión que podía sacar. Luego supo que la única forma de reaccionar de forma fructífera era comunicarse con alguna persona, fuera del piso, y para eso era obvio que lo más útil sería usar el teléfono, o internet, pero...¿Y sino funcionaban? ¿No le dejaría aquello, por completo, desprotegida? Sino probaba ninguno de esos métodos, se sentiría más protegida, pero no solucionaría ningún aspecto realista del problema. Sin decidir todavía, ninguna de las opciones, fue caminando lentamente al salón, todavía con el corazón agarrotado y una sinfonía de tambores en los oídos que traducían el alterado ritmo cardíaco que soportaba su pecho. Con la mirada desencajada, se asomó al salón, y casi, sin querer ver, miró el lugar donde debería estar el teléfono que...en aquel instante, no estaba. Justo en ese instante, oyó algo en su habitación, la persiana. Luego una sintonía se extendió de forma frívola por el pasillo ensombrecido: era el despertador, lo reconoció por la canción que ella misma había elegido hacía un par de semanas, pero...lo había apagado, como siempre, antes de vestirse para desayunar. Se dirigía hacia allí con la intención de apagarlo cuando...la canción se detuvo: alguien lo había apagado.




"¿Qué coño...?" Pensó. Fue a la cocina, decidida a armarse con un cuchillo, ante la perspectiva ya confirmada de que no estaba sóla en aquella casa. Luego, decidida ya a actuar con independencia de las consecuencias, se dirigió a su habitación, y abrió lentamente la puerta. Sus ojos reaccionaron ante el cambio de luz, ya que las persianas que antes había subido, estaban ahora bajadas sumiéndolo todo en una insondable oscuridad. Había alguien en la cama, alguien que la miraba de una forma inmensamente desafiante. En la oscuridad, vió Angie, como aquella persona que estaba en la cama, esbozaba una desmesurada sonrisa. "Hijo de...puta" Pensó. Corrió hacia el bulto, y sin dudarlo un instante, levantó el cuchillo y lo clavó torpemente. Era un cuchillo de carnicero, con una hoja afilada y limpia que usaba a menudo en la cocina pero que ahora, como arma, "era una auténtica delicia" pensaba, mientras apuñalaba una y otra vez a su víctima. "¿Porqué lo haces?" Le dijo una voz mientras lo hacía. "Porque sino lo mato me matará él a mi". Se respondió; pero realmente, ni siquiera sabía a quién estaba brutalmente apuñalando. cuando notó que la persona, se había convertido en un ser, completamente desanimado, subió la persiana con ansiedad, girando la cara intermitentemente mientras lo hacía, para ver el rostro que la luz del sol iluminaba progresivamente. Cuando ya la sala, había quedado completamente iluminada, Angie cayó de rodillas al suelo, con la mandíbula desencajada. Sobre la cama, inmersa en un charco de sangre, yacía inerte su propio cuerpo apuñalado, con su mismo rostro a excepción de las arrugas producidas por la angustia y el dolor.




-Bueno...-dijo la chica, cuando se vió muerta- de todas formas, no iba a poder salir.

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