Nevado Sol

Si el sol no hubiese entrado de forma tan radiante en la habitación, Carlos, no hubiera distinguido las gotas de sangre seca, que había sobre la almohada, a escasos centímetros de su nariz. Se levantó torpemente, todavía tan dormido que percibía la realidad como si siguiera siendo un sueño. Tocó con el dedo índice de su mano derecha, ambas huellas sanguinolentas, y negó con la cabeza, estaban completamente secas. Eran demasiadas para obedecer a una herida puntual, demasiadas para que no se hubiera dado cuenta, durante la noche, que sangraba, y demasiadas para que ahora, no pudiera identificar el origen de la hemorragia en su cara. Por ello, se levantó de la cama, y se dirigió con paso rápido al baño, pero justo cuando salía de su habitación, la pierna derecha, de repente, fue incapaz de sostenerle y se dobló. Torpemente, como si de la torre inclinara se tratase, Carlos sintió que su pierna le fallaba y que era incapaz de mantener el equilibrio. Se apoyó con el codo en la pared de enfrente, oyendo,c on acritud, como el crugido de la colisión del codo contra la pared, resonaba en la casa. No obstante, cuando estiró el brazo, para asirse a la pared, la mano no halló saliente alguno al que agarrarse, y se sintió caer torpemente de espaldas, como si fuera un muñeco.

-¿Qué...coño...?- decía Carlos, mientras sentía resbalar los pies, bajo su propio peso. Vió como la alfombra se arqueaba, como una cruel serpiente en torno a sus ridículas zapatillas de andar por casa, igual que vió, que su rodilla derecha se parecía demasiado a un flan. Sintió la trayectoria incorrecta de su mano, acariciando con torpeza la pared, sabiéndose incapaz de abrazar algunos de aquellos centímetros, y luego, recordó que si su nuca golpeaba de lleno contra el suelo, no sería nada graciosa la escena. Por ello instintivamente, la mano que buscaba asilo en la pared, siguió la dirección curvilínea del brazo, y se situó detrás de la espalda. La caída fue tosca, todo el peso de Carlos, cayó sobre aquel brazo salvador de nucas, convirtiéndolo en un amasijo inerte de carne y hueso, deforme, ahora, inútil. El grito de Carlos reverberó tres veces durante la estancia, antes de que el emisor del mismo, pudiera mantener la calma, y convertir el grito en un sollozo agónico.

En aquella postura, tumbado boca arriba sobre su brazo derecho, que yacía, dibujando una ele con la articulación invertida en insana posición, Carlos se preguntó porqué estaba así mientras sollozaba torpemente como un perro malherido. Intentó moverse, liberar su brazo, pensando que hacerlo haría desaparecer el dolor, o al menos lo disminuiría, pero la reacción fue contraproducente, y cuando con ayuda del otro brazo, consiguió ponerse boca abajo, no pudo evitar, comenzar a llorar. "Por unas manchas de sangre...-se decía así mismo- Sólo por unas putas manchas de sangre" y luego, se intentaba excusar así mismo, justificándose "Te ha fallado la pierna, no ha sido culpa tuya, ha sido la pierna". "¿Y porqué me habrá fallado?" Se preguntó. "Me han envenenado" ¿Quién?. "No sé...pero alguien, dispuso curare sobre mi cena de ayer, y estoy sufriendo una parálisis". Lo sentía, notaba como el efecto de la pierna, se extendía por el muslo hacia la cadera, invadiendo después la otra pierna, el efecto aturdidor ascendía por el sistema nervioso como la espuma a lo largo del tracto de cristal de una agitada botella de cerveza.

Llegado el momento, sintió que ambas piernas no le pertenecían, que no podía moverse, y que estaba completamente a merced de cualquier estímulo ambiental que surgiera como variable en su experimental estado de sumisión. Luego oyó unos pasos, y unas voces que no entendió. Había alguien en el salón. Quizás las personas que lo habían envenenado, y hablaban entre sí con total indiferencia. Al poco, vió aparecer ante sí unas botas marrones de caza, a pocos metros de él. Por la parálisis, no podía moverse, y era incapaz de enfocar con sus ojos, al dueño de aquellas botas, lo que aumentaba con creces su angustia. Cuando ambas botas se encontraban a escasos metros de él, vió como una de ellas, milagrosamente, desaparecía de su campo de visión, luego lo comprendió todo,cuando sin notar nada, percibió como su campo de visión se tambaleaba, aquella bota, estaba jugando con su cabeza.

Oía frases, que no entendía, en acento extranjero, y las oía con diferencias de orientación y timbre, por ello, intuyó, que el tipo que se encontraba ante él, no estaba sólo, y que los demás, habían preferido esperar en el salón. Cuando la imagen de una musculosa rodilla, apoyada en el suelo, sustituyó a la de las botas, se sorprendió. Luego vio una mano con gordos dedos que manipulaban sus párpados buscando algo en sus ojos. Y después aquella mirada definitoria. Unas ojos acristalados mirando a través de un negro pasamontañas. Entonces apareció otro tipo, detrás de éste, gordo y bajito, del cual lo que más destacaba era el enorme machete que sostenía en la mano derecha.

Cuando aquel tipo, el bajito, tomó la cabeza de Carlos por los pelos, y la levantó para que lo enfocara, el otro tipo se apartó, para dejarle hacer. Carlos miró al tipejo del machete, completamente confundido; era tan incapaz de encontrar una reacción, que pudiera evitar que aquel tipo acabara con su vida como incapaz era, de encontrar una razón, por la que aquel tipo tuviera que matarle. El gordito introdujo sus dedos, bajo el pasamontañas, y lentamente, se lo quitó, dejando al descubierto, su cara infame de carnicero. Fueron aquellas facciones, edificio carnal arquitectónico, con fuerte apariencia de patología mental, las que indujeron a Carlos a pensar, que disfrutase de la capacidad de respirar, ahora que podía.

Y lo dijo con acento ruso, arrastrando las palabras diciéndolas lentamente, para hacerse entender a pesar de los errores fonéticos que pudiera tener:

-Elll muundo, esss un paniuelooo, Charles...

Y aunque Carlos no pudiera oírlo con la precisión suficiente para discriminarlo de otros sonidos, fuera, había empezado a llover. Y de haber podido, en aquel instante, habría corrido hasta llegar a una ventana, para lanzarse a través del cristal, y volar, por una vez, tenía la oportunidad de intentar volar, sin pensar que de salir mal, todo iría a peor. "Tal vez, el mundo sea justo, después de todo" Se dijo así mismo, y se dispuso a morir, pero satisfecho, que no es lo mismo que morir, aunque morir, nunca sea satisfactorio.

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
Creo que "gordito con cara de infame carnnicero" no pegan.
No entiendo por qu has puesto gordito
Félix Calderón ha dicho que…
que no pega? por qué razón? A mi me parece congruente, y coherente. :S
Anónimo ha dicho que…
Está muy bien, parece una peli (corto)y muy bien representadas las escenas.

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