Polvo o cenizas

Dicen que no hay nada después de la catarsis, y si lo hay, la catarsis no fue tal; Alberto estaba dentro de un ascensor, de un ascensor averiado. Había gritado en innumerables ocasiones, sin recibir más respuesta que el silencio; había tocado de forma reiterada y abusiva, el timbre de emergencia, pero nada. Las alternativas al problema se iban acabando, y la necesidad de esperar que el azar le ayudara, se iba haciendo ineludible. Ahora, estaba en un rincón, sentado. Había abrazado sus rodillas, y se había encorvado sobre ellas con la única intención de ocultar la cara en una oscuridad que favoreciese su evasión mental, pero era prácticamente imposible. Si estuvieras en ese ascensor, podrías oír el eco de las guitarras, que se producía por la salida musical de uno de los auriculares del ipod que colgaba a la altura del pecho. El otro sí yacía introducido en la cavidad auricular izquierda del adolescente. No se atrevía a colocarse los dos auriculares porque en lo más profundo de su patológico cerebro, se cocía la teoría de que el ascensor se iba a hundir en las entrañas podridas del inframundo: no podía dejar de pensar, que el ascensor iba a caer.



Desde el cuarto piso en el que se encontraba, hasta el parking; iba a caer de una forma impía, desmesurada...mortal. Y él sentiría durante esa caida, que el mundo se paraba. Notaría su corazón inflado, su abdomen pesado. Su estómado desligado del resto de órganos, la bilis liberada ascendiendo por la garganta. El cerebro saturado, la mirada borrosa, y un pitido...eso era lo que con mayor certeza empezaba a intuir, que durante aquella caída un pitido profundo y enfermizo se extendería desde el centro de su cabeza hasta ambos oídos. Su ipod, se rompería. la música desaparecería y sólo se escucharía un grito contenido, reprimido contra sus propias fuerzas. Luego alguien abriría aquellas puertas de metal, y le encontraría muerto, ahogado con su propio vómito.



"Perdido en su propia ensoñación, probablemente el chico fue incapaz de soportar la sensación angustiante que debió suponer la caída del ascensor desde el cuarto piso del edificio hasta lo más profundo del infierno" Dirían en la televisión sobre él, sus amigos saldrían hablando de él, contando historias prohibidas, secretos confidenciales, sus más profundos fantasmas. y sus padres empezarían llorando de pura tristeza, para acabar haciéndolo por satisfacer las morbosas necesidades de los expectadores, desde el cómodo asiento de un plató de televisión. ¿Y qué pasaría con Marta? ¿Qué sería de ella, sino salía de aquel ascensor? Alberto se levantó, introdujo sus dedos en la ranura de la puerta, tiró con todas sus fuerzas hacia la derecha, tratando de liberar la salida, pero nada consiguió. Volvió a sentarse sobre el suelo metálico de aquella cabina dantesca y comenzó a sentirse abrumado por las circunstancias. Miró el móvil sin cobertura, eran las cuatro de la tarde de un Jueves de Primavera, la gente fuera estaría gozando el instante. Y él ahí, en la antesala de la tragedia, contabilizando mentalmente sus pecados, para intentar hacerlos minucia a los oídos de San Pedro. Y en ese preciso instante en que sus tímpanos comenzaban a vibrar sin razón alguna...en ese instante en que empezaba a sentir una presión auditiva que empezaba a alterar su homeostasis abdominal...justo, en ese momento, creyó sentir que las puertas, se abrían. Una figura, apareció al otro lado. Alberto sabía que si levantaba la cabeza vomitaría, por eso no movió un ápice su silueta y se mantuvo paralizado como una escultura de carne. "¿Eres mi ángel de la guarda?" Pensaba. y ese pensamiento reverberaba una y otra vez en el interior de su mente como si del mayor de los preceptos se tratara. Pero nadie respondió. Hasta donde alcanzaba su vista, que era suelo y nada más, había notado una diferencia lumínica que apoyaba la teoría de que alguien había abierto la puerta, a parte del pequeño sonido que había creído escuchar. la luz inundaba también sus pies como un énfasis deslumbrante de divinidad focalizada.



-Marta...-susurró, sin saber muy bien porqué, iba a ser ella la que hubiese abierto la puerta. Pero ya no le importaba, le bastaba sentir que la luz estaba allí, para guardar silencio y esperar que alguien le cogiera del suelo y lo levantara. Le bastaba creer que las puerta se habían abierto, que si quería salir, podría hacerlo. Ya...no estaba sólo, ni estaba obligado a permanecer allí. Así que guardó silencio, y se colocó el otro auricular, en sus oídos resonaban ahora los rifts de Hot Stuff. Cuando abrió los ojos, estaba tumbado en su cama, la persiana bajada, la puerta cerrada, envasado al vacío. ¿Podría salir si lo intentaba? Daba igual - se repetía una y otra vez- Daba igual, él no quería salir de ningún sitio, él...sólo quería salir de si mismo, se había cansado de su piel, de su carne y del espacio que ocupaba. De repente, sentía unas ganas profundas de formar parte del aire.

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
Lo del punto no he sido yo. Y lo que tengo que decir es que me ha gustado mucho por que expresa muy bien en mi opinion el problema del chico y la liberacion que se produce al abrirse la puerta del ascensor.
ENHORABUENA POR TODOS TUS ESCRITOS Y RELATOS Y SIGUE ESCRIBIENDO...

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