Conflicto

Estaba el niño de soslayo, mirándose de espaldas en el espejo. Sentado en un taburete, temiendo caerse si se giraba para mirarse. De reojo miraba su pequeña cabecita, reflejada en la superficie reflectante. Sus piececillos colgaban en el aire, a cuatro palmos del suelo, mientras sus rollizas rodillas tensadas para mantener el equilibrio, se apretaban la una contra la otra en torno al eje central del cuerpo. 

Llevaba así desde que su madre lo dejase allí, cuatro días antes de que el fatídico suceso diera lugar. 

El, por supuesto, nada sabía. Sentado allí, en esa posición, esperaba que su madre volviera, lo bajase, y le diera de comer. Su tripa después de los dos primeros días, había dejado de rugir. Ahora, contraída cuanto podía, apenas hacía ruido o espasmo alguno que pudiera suponer un innecesario gasto energético. Y es que desde su posición, en el taburete era inmensamente alto. El suelo quedaba tan lejos de sus ojos que parecía un paraje extraño al que sólo bajo riesgo de muerte pudiera llegar. No...no podía tirarse. Sus pequeños pies no soportarían el peso. ¿Dónde estaba mamá? Normalmente la oía cantar...canciones infantiles, para darle calor en la distancia para que supiera que estaba ahí; pero ahora...no sabía cuanto tiempo había pasado, sólo sabía que se había hecho oscuro demasiadas veces para que mamá no hubiese vuelto aún. Pero ella volvería...quizás se pondría oscuro otra vez, pero ella volvería. 

De reojo seguía mirándose en el espejo. Con el tiempo aquella acción se había convertido en una forma de asegurarse de que todavía seguía ahí. Con el pañal húmedo y defecado, el mal olor le producía un agresivo llanto que solía durarle horas; cosa que también cambió al término de los dos primeros días, cuando observó que llorar no hacía que su madre viniera, ¿De qué le servía entonces hacerlo? Su pañal seguía igual...y su madre igualmente ausente. Pasaron las horas, el salón empezaba a oscurecerse otra vez, y él empezaba a quedarse dormido.  Pero ver aquel tímido reflejo en el espejo le daba fuerza, era su luz, le hacía pensar que su madre volvería; aunque si oscurecía...si otra vez se quedaba a solas escuchando su propia respiración, a solas solo con su miedo a caer...no aguantaría. Antes de aquello tenía que mirarlo bien, tenía que mirar bien aquella imagen, aquel reflejo, para invocarla después en la oscuridad, y darle algo de luz a unas horas tan sombrías; pero esta vez, sin previo aviso, giró el cuello más de lo que debió y perdió el equilibro. Encorvándose hacia delante fue escurriéndose del asiento hasta caer de bruces contra el suelo. 

Repentinamente estalló en un llanto enfervorizado que rompió el silencio de la casa. Luego, viendo que nadie acudía, miró en derredor. Durante unos segundos, sentado, tocándose la frente dolorida gemía y sollozaba con poco convencimiento. 

Después, a gatas, se acercó al espejo. Y sentándose ante él, en el suelo, tocó su superficie con el dedo índice, y susurró:

-Nene...- y con la mirada brillante sonrió. 



Fotografía:
Autor: Samuel Silva

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
Increible...muy bueno... al final se me pone la piel de gallina.
Anónimo ha dicho que…
Generas una reflexión muy buena :)
Félix Calderón Saucedo ha dicho que…
Era justo lo que intentaba, hacer que el lector reflexionase sobre la vida y sobre el origen, gracias. ;)

Entradas populares