La leyenda del monje y la sirena
Ella era una sirena calva, él un monje melenudo.
Mil largos eran cortos para ella,
él rezaba a quién le espera en la otra orilla.
Se conocieron una tarde lluviosa,
un domingo cualquiera.
Ella estaba completamente mojada,
él corría esquivando la lluvia,
no le fueran las gotas,
a fusilar el hábito enmendado de telas sucias.
Eres una muestra
de la existencia de Dios
¿Lo sabes?
(Preguntó él)
Soy una muestra de mi existencia;
mi calvario, mi tragedia...
mi estigma y mi condena...
no poder, salir del agua, ni respirar,
el aire que te llena,
-más bien como sirena,
soy una muestra de la inexistencia de Dios.
(Respondió ella)
Si me ahoga con vos sólo vos se ahogaría.
¿Por qué no nos matamos los dos?
Tu sales del agua y desafías tu esencia,
y yo me sumerjo en ella hasta que el agua,
convierta mis latidos,
en lamentos salados de ardiente fragua
Porque no quiero morir, señor...
Porque si bien no me siento orgullosa,
tampoco acabar con mi vida es mi pretensión.
¿Acaso pretendes, hacer algo grande ahí abajo?
Un reino de ensueño, diría yo...
¿Por qué no me llevas contigo?
las escamas de las piernas que no tienes,
me han hecho olvidar al Dios que me conmueve.
No hay sitio para monjes en mi espacio...
sólo burbujas y peces, sólo creces si estrujas,
tus miedos y te envileces...
si te expones, te arriesgas, y te exhibes...
si dices que no...
si empiezas de nuevo,
yo puedo hacerte de mar,
yo puedo convertirte en sireno.
Y el monje avergonzado agachó la cabeza,
"si el señor me está viendo, debo tener por seguro,
que me odia como al más infiel de los humanos.
Pero apuesto a que él me entiende...
la suprema atracción de lo indebido...
la sublime objeción de lo exclusivo.
Me queme Dios las manos por ir contigo,
que si bien no fuera, y te dejase marchar, a tan azaroso destino, yo mismo me las quemaría,
y a vivo fuego las dejaría siglos arder con el sufrimiento de haberte perdido.
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