El Bombero Rumbero II (de III)

En la cuarta planta del bloque: un rostro asomó tras la puerta corredera del balcón; una mirada atenazada por el miedo, una boca desmesuradamente abierta por el horror. Tras la cara, el fuego iba ensombreciendo la estancia comiéndoselo todo poco a poco; la puerta corredera se deslizó, y el hombre salió al balcón. La reportera, observando con detenimiento, se volvió hacia Adolfo:
-Dios mío, parece que va a lanzarse.
-Si…eso parece.
-Pero…pero…¿No deberían ustedes tratar de amortiguar la caída de alguna manera?
-¿Para?
-¡Se va a matar!
-Señora, tranquilícese eh, esa es su opinión, yo la respeto, pero tranquilícese.
-¿Mi opinión? ¿Va a dejar usted que se mate una persona inocente?
-¿Y usted que sabe si es inocente o no? ¡Qué pesá…!- el jefe de los bomberos suspiró, y miró alrededor, buscaba a alguien - ¡Dodigo, llevad la cama elástica para que la señorita se quede tranquila!
El otro asintió y comenzó a moverse.
-¿Dodigo?- preguntó la reportera. Adolfo sonrió sin responder.

El tocador de guitarras, mientras tanto, seguía con su cantinela: “Pam pam pam… pam pam pam…pam pam pam…”
Al poco, Dodigo volvió:
-¿Qué ha pasado?- preguntó Adolfo
-Ha muedto.
-¿¡No me joda!?- respondió él.
-Ni me joda hoy ni mejodadá mañana, ha muedto le digo.

Adolfo estalló en carcajadas y añadió mirando a la reportera:
-Qué cachondo el Rodrigo, siempre le hacemos el mismo chiste. Pero qué bien se lo toma el jodío.
-Si si, muy gracioso pero…¿Y el hombre que se ha tirado?
-Ya lo ha oído: muedto.
El fuego crecía, y los bomberos, incapaces de sofocarlo iban gastando la poca cerveza que habían llevado, litro por litro. Se miraban entre ellos, con el semblante serio, y la mirada marchita, se encogían de hombros, miraban con los ojos llameantes y eructaban después impotentes ante la situación.

El tocador de guitarras continuaba: pam pam pam…pam pam pam…tratando de que acudiera el bombero rumbero pero por más que tocaba el drama solo parecía crecer. La reportera, en silencio miraba todo cuanto tenía delante, tratando de encontrar una solución a todo aquel caos, pero por más que buscaba no encontraba más que desolación.
-¡Es el peor día de mi vida! ¡Dios se ha ensañado conmigo!
-¿Qué pasa ahora, Adolfo?
-Se nos ha acabado la mahou…
-Ahmm…¿Qué tragedia, no?- respondió la reportera irónicamente.
-Si…ya…ya…sólo nos queda Amstel.
Entonces un Ford cruza la avenida intrépidamente, gira derrapando, deslizándose por la calzada, mientras a su paso la gente se gira mirando curiosa. Aparece por la esquina, cruza la plaza y frena repentinamente frente al camión de bomberos.
-¡¡Agustín!!- grita Adolfo al verlo. En ese instante, un tipo de unos dos metros, robusto, y de facciones cuadradas sale del coche y se aproxima corriendo hacia ellos.
-Puto pedo…y que no podía venid hoy…- añade Rodrigo desde la ventanilla del camión.
-Me enteré de que teníais problemas ¿Qué pasa?
-Ah…este es el de la manguera, ¿No?-pregunta la reportera sonriendo con interés.
-Se ha originado un incendio en la cuarta planta del bloque, y no podemos entrar…
-¿Y eso?
-El conserje salió a fumar y se dejó las llaves dentro del edificio.
-Bueno… ¿Y por qué no entra a por ellas?
Adolfo frunce el ceño, pensativo.
-Mierda, ¿Cómo no se nos ha ocurrido antes?
Decidido, encara la puerta del edificio y se aproxima hacia ella, cuando apenas le quedan un par de metros para llegar hasta ella, se vuelve.
-Porque para entrar necesita las llaves.
-Ah…- dice Agustín.- ¿Y tú donde ibas ahora?
-A entrar…
-¿Pero si no tienes llaves, no?
Adolfo le mira, suspira, bufa, se muerde el labio inferior y mira al cielo.
-No…no tengo llaves.
-Qué tonto estás, Adolfo.
-Qué budo edes, Adolfo.
-Tú cállate Rodrigo- le responde.
-Bueno, ¿Qué más podemos hacer?
-He visto que habéis traído la cama elástica, ¿Y si hacemos que la gente se vaya tirando?
-Ya pero solo hemos traído una…
-¿Y?- pregunta la reportera- A mi me parece una buena idea.
-Si salvamos solo a uno, se nos cae el pelo.
La reportera enarca las cejas con incredulidad, no puede creerlo. Mira a Agustín, y este responde:
-Tiene razón.
-Pero…a ver –dice ella- Qué se vayan tirando uno por uno
Al oír esto Adolfo se ríe:
-Si se tira a la cama elástica, y lo ven los demás, se van a tirar.
-¿A la vez?- pregunta ella.
-Si…siempre nos pasa. Saltan, se creen que van a llegar y luego no llegan.
-Joder…-dice ella entrecerrando los ojos.
-Y claro, de los mismos nervios, se tiran encima con los codos preparados para que nadie les quite su hueco, y caen en la cama algunos pero con brazos partidos, codos torcidos y demás.
-No sabía que pasara esto…
-Pues si si, así es. Muchos cogen cortinas.
-¿Qué?
-Si si…cogen cortinas se las atan al cuello y se tiran, como si fueran capas.
-¿Y eso?
-No sé…creerán que van a llegar más lejos.
-Joder…-dice ella volviendo a entrecerrar los ojos. Se imagina la escena y asiente.

-Uno una vez tuvo suerte, porque se le quedó la capa enganchada en un balcón, y nos dio tiempo a mover la cama. Pero cuando llegó al suelo se había vuelto loco, decía que era Batman. Salió en las noticias diciendo que jamás le pasaría nada a Gotham. En fin…una barbaridad.

Y el tocador de guitarras: pam pam pam...mami que será lo que quiere el negro...pam pam pam...mami que será lo que quiere el negro...pam pam pam...las mismas cuerdas, el mismo acorde, la misma frase, una y otra vez, pretendía quizás torturar al incendio para que se apagara. 

Comentarios

Noelia Herranz ha dicho que…
Buenísimas las cortinas a modo de capa y Batman protegiendo Gotham... Habrá que ver si lo que quiere el negro es que venga el bombero rumbero...
Félix Calderón ha dicho que…
jajaja veremos veremos... :P

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