Cuarta canción: Reflejos a dentelladas
¿Y qué haces cuando no se te ocurre nada? Esas veces, que parece que lo hayas escrito todo, que incluso el mundo parece que lo hayas escrito tú.
-Si yo hubiera escrito el mundo estarían todos muertos.
-¿Por?
-Por que nadie se habría enterado.
-Bueno pero, entiéndeme, ¿Qué haces? Cuándo te sientas ante un espacio en blanco sin más ánimo que mirarlo, porque no te sugiere absolutamente nada. Y estas ahí, como alelado o atolondrado, y no te viene ni una mosca a zumbar en la oreja.
-Cuando no tengo ánimo de escribir no escribo. Cuando no tengo ofrenda que ofrecer, no me expongo al papel.
-¿Por qué?
-Es un suicidio. Igual que cientos de hojas llenas de infamia pueden sepultar a un hombre, cien hojas llenas de nada pueden asfixiarlo. -dijo Alfredo. Dio una calada al cigarro y vio como el tipo que no estaba allí, se echaba hacia atrás incrédulo.
-¿Pero entonces...? ¿Entonces siempre estás inspirado?
-¿Siempre? Yo más bien diría nunca.
-¿Cómo, nunca? No seas modesto...Tienes escrito...¿Cuántos? ¿Quinientos? ¿Mil textos? Y dices que nunca estás inspirado, y que cuando no estás inspirado no te acercas a un papel, ¿Es que tratas de confundirme, maldito? ¿Es porque no quieres competencia, no es eso?
-Quinientos, mil, dos mil, tres mil, ¿Qué importa el número? ¿Cuánto se podría escribir en un sólo día? ¿Cuánta bazofia vertida por la más inusitada desvergüenza puede verterse en un espacio por el mero hecho de hacerlo? ¿Cuánta a lo largo de un sólo día? Por eso yo estoy vivo casi siempre, voy de aquí para allá, voy con mis amigos y mis amigas se vienen, conozco gente interesante, y hay gente interesante que me desconoce, y vas así...nadando sin agua en la tierra tratando de no quedarte nunca sin aire, y entonces entre cientos de rutinas aparecen cambios, desvaríos, desventuras, y quebrantos, y entonces vienen ellas, te dan un golpe en la cara con una mirada, o generan toda una tempestad en tu pecho con sólo un beso. Y de pronto ves que todo empieza a rodar, y te revuelcas y pataleas y corres por encontrar ese espacio porque tienes algo que verter, algo que te esta pidiendo salir, algo que te han metido, de alguna manera, y que cambiando la forma, mudando la piel, pide ahora la fuga.
-¿Ellas? ¿Quienes?
-Las musas, por supuesto, ¿Quién sino? - Alfredo dio otra calada y cruzó las piernas en el sillón. El tipo que no estaba allí, le miró de reojo pensativo, luego preguntó:
-Las musas...¿Y cómo se les reconoce?
Alfredo Valdivia estalló en carcajadas como si una repentina locura se hubiera apoderado de él. Luego, encorvándose, miró la ventana abierta durante unos segundos, se puso en pie, se acercó a ella, y mientras revisaba abajo, en la calle, con cierto desdén, la gente que transitaba, respondió:
-Se les reconoce porque se les ve desde lejos matices de otro mundo. Se les ve en los andares, se les nota en los ojos, se percibe en sus labios cuando esbozan un beso que nunca dibujan. Y las pupilas te gritan en silencio, y tu estás ahí, por un momento sacado de ti. Y no las puedes atrapar, no las puedes contener, escapan a tus dedos, huyen de tus ojos, con el tiempo no las vuelves a ver.- dijo mirando a una chica. Observó el tono moreno de su piel, su melena rubia azuzada por el viento. Los ojos ocultos bajo grandes gafas oscuras, y esa sonrisa familiar...y esa forma de andar...
-¿Cómo que no se puede atrapar? ¿Y si la atrapas? ¿Y si se enamora de ti?
-Pronto se irá.
-¿Y si no se va?
-Entonces no era una musa, entonces era una mujer.
-Pues...parece que cuando hablas de una musa, estés hablando de Lucía.
-Lucía era una mujer...
-¿Por qué estás tan seguro?
-Porque ella volverá...-dijo mientras veía como la chica de la melena rubia se perdía calle abajo. Dio la ultima calada antes de apagar el cigarrillo y sonrió únicamente con los labios.
-¿Y si no vuelve?
-Entonces es porque ni siquiera era una mujer.
(Extraído de "Diez canciones para Alfredo Valdivia")
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