La sonrisa de Ainhoa
A.A.
Llegó con el alba como un nuevo sol, en una cesta de mimbre a lomos de un blanco corcel. Al verla, todos en la aldea se preguntaron, que clase de criatura era aquella que tenían delante, que se expresaba con soltura en una lengua extraña, que parecía ajena, a veces incluso vulnerable. La observaban, caminaban a su alrededor aterrados, trataban de comunicarse con ella, pero no encontraban explicación a tan incierta causa. Uno de ellos se acercó de puntillas, tratando de asustarla, pero en vez de eso, la hizo sonreír. Otras dos, se habían subido a sendos árboles para tener controlados sus movimientos, y mientras una de ellas revisaba lo que llevaba, la otra miraba lo que hacía, con los ojos entrecerrados como sumidos en una alarmante sospecha.
“Mirad que ojos pone, parece que nos fuera a comer”
“Y como habla, no entiendo nada, pero llevo media hora sin
poder despegar la vista de su cara”
“Debe ser un embrujo, algo diabólico venido a entorpecer
nuestros verdaderos designios” – dijo uno de los brujos de la aldea.
“No hagáis caso a los brujos, se sienten mal por encontrarse
ante un fenómeno que no pueden explicar”- dijo el poeta
“¿Acaso puedes explicarlo tu, juglar?”
“No, pero tampoco lo necesito”. Dijo el juglar acercándose a
la criatura. Se encorvó sobre ella, y con el dedo índice le acarició la nariz,
partiendo desde el centro, entre sus cejas, hasta llegar a la punta donde la
yema del dedo rebotó mágicamente, la criatura sonrió con ternura mostrando a las
gentes sus encías desnudas”
“¡La ha tocado!”- dijo uno de los aldeanos.
“¿Qué haces, juglar? ¿No ves que puedes comprometer la salud
de todo el poblado?”
“La salud mental es lo que comprometes tu, induciéndoles tales
miedos. Yo he visto criaturitas así, en el otro mundo donde vivía. Antaño nosotros fuimos así. Inocentes criaturas al amparo de un incierto destino.”
“Nunca es incierto el porvenir, si acaso brumoso a ojos del presente. Pero...¿Qué dices? ¿Quieres decir que es…un bebé?”
“Si…eso es, exactamente, lo que tenéis delante”.
Entre el gentío se elevó un murmullo. Boquiabiertos, se fueron acercando todos, mientras el brujo
con recelo observó desde la distancia.
“Es hermosa, en verdad…”- dijeron
“Absolutamente…”- dijo el juglar.
“Magia divina, ¿No es eso?” –preguntó mirando al brujo.
“Solo es una niña”- respondió él otro con recelo.
“¿Quién es la niña más bonita del reino?”-Preguntó el poeta
mientras cogía con dulzura su carita a la altura de las mejillas.
“Ah”- soltó ella mirándole fijamente.
“¿Eso quiere decir yo?”- preguntó uno de los aldeanos, el
mago rió a carcajadas.
“Y que pestañas tiene…parece que se las haya rizado”- añadió
una mujer
“Si…probablemente en el vientre de su madre, allí debe haber
un tocador de señoras”- dijo irónicamente el juglar.
“Ah”- repitió el bebé sin dejar de mirarle
“¿Verdad que si, cariño? ¿Verdad que dentro de mamá te
rizaste las pestañas antes de salir?”
El bebe soltó una dulce carcajada y luego se llevó el puño a la
boca, tenía hambre.
El mago, que la observaba desde lejos, indeciso, dio por un
fin un par de pasos hacia ella. Sonreía con timidez, los ojos le brillaban con una curiosidad
centelleante, pero la prudencia le incitaba a ser cauteloso.
“Mira, ven…-dijo el poeta.Cuando el mago
se puso al lado, vio a la niña, y quedó de inmediato hipnotizado. Al poco, se
dio cuenta de que tenía la cabeza torpemente inclinada hacia la derecha y
sonreía de manera estúpida. Tosió avergonzado y frunció el ceño, no podía
permitirse que los aldeanos le vieran así o le perderían el respeto para
siempre.
“Bueno…quizás sea inofensiva”
“Mira… dale este dedo” El poeta, cogió la mano derecha del
mago y la dirigió hacia la mano del bebé, allí, introdujo el dedo índice del
mago en la palma de la mano de la niña, y esta lo cogió sin apretarlo mientras abría
la boca sorprendida. Miraba las largas
barbas del mago con los ojos como platos y alargaba la mano hacia ella como si
las quisiera tocar.
“Ga”- dijo ella. Parpadeó con sus enormes ojos negros sin dejar de mirar al mago y se llevó a la boca el puño que le quedaba libre.
“Me está apretando”- dijo el mago sorprendido, el poeta
sonrió.
“Tranquilo…no te matará”
“Es….
“¿Magia, verdad?”
“Absolutamente” -respondió el brujo ensimismado.
Se habían
olvidado con aquel sol dispuesto entre telares, del mal que acechaba al mundo y
que lo estaba reduciendo a cenizas. La última aldea que quedaba en pie en la isla,
sin noticias de ninguna otra, sin noticias de nadie más. Mientras, la muerte
trotaba en las llanuras dejando tras de sí sólo tierra quemada y parajes
desiertos. Columnas de humo ascendían cada noche al cielo, un nuevo infierno en la tierra, otro bosque ardiendo bajo las llamas pudriendo los cultivos, desolando las plantaciones. Y los animales se asustaban, olían el hedor que desprendían el humo, la hierba quemada y aullaban, berreaban, graznaban a la noche bajo las estrellas sabiéndose pasto del hambre y la desolación. Mirándola…veían una luz de esperanza ante tan aciago futuro. Un soplo de aire puro en
una jungla de ponzoñosa miseria. La presencia de un milagro, ante la ausencia
de Dios. Si el mundo albergase su corazón, algo de la bondad que en él habitaba…no
habría nada que temer…si el mundo tuviera corazón. Habían, momentáneamente, olvidado el mal por completo
Entonces sonó una frágil, leve, pero sibilante ventosidad,y el mago comenzó a ruborizarse.
“¿Has sido tu?” Preguntó el poeta.
“Juraría que ha sido ella- dijo el mago estallando en
carcajadas- Y la niña, al verlos, sonrió también”
Comentarios