IV
Esta vida me va a matar...
Huyo del fulgor de tu mirada
bajo el llanto afilado de un cielo plomizo.
Mis pies chapotean charcos que resuenan en mis oídos,
mañana estallará la guerra,
hoy ya resuenan, el eco de los tiros.
Y es que aunque tengo el corazón empedrado,
me gusta transitarlo descalzo.
Me siento en la cima de sus latidos,
a recordar el sonido de tu voz,
y el silencio me tira desde arriba,
hacia el fondo del abismo desde donde escribo,
con los dedos, aullidos de amor, febriles de ira.
Porque le puse alas a mis sueños,
y volaron tan alto que los perdí de vista.
Pero un día cualquiera volvieron a posarse en mi sesera,
me dieron alimento, me dieron sustento, me dieron la vida.
Porque le puse cadenas a mis miedos,
y se quedaron anclados a mi alma.
Y ahora estoy escribiendo, bajo una sinfonía de truenos,
fusilándolos cuerpo a cuerpo, bajo serenatas de gritos,
y columnas de humo.
Así mato a mis fantasmas,
sin piedad, ni compasión,
sólo con órden y concierto, por supuesto, uno a uno.
Cuando acabe me sentaré en la arena a pensar.
Miraré las olas agitadas, llevando mis ojos de aquí para allá.
Soñaré bajo un sol ardiente que todo ha acabado,
y lanzaré un suspiro al aire que se llevará el olvido para siempre.
Decapito las penas de este ingrato otoño
con un cuchillo de madera.
No creo que rendirse sea elegante,
creo que siempre es más divertido luchar,
siempre guerrear, es del guerrero, la manera.
Maneras de vivir, cuando de vivir no hay manera.
Por eso aviso a quien me quiera escuchar,
seré lobo para todo hijo de perra.
Comentarios