Érase una vez


El viejo entró en la cabaña de madera refunfuñando y bufó. 
Sacudió las manos enguantadas en lana roja y los copos de nieve que perlaban la superficie cayeron al suelo en livianas secuencias de motas que parecían polvos mágicos convirtiéndose en agua antes de llegar al suelo que crujía bajo las suelas de las botas. Se dejó caer sobre la mecedora de forma pesada y abstraída, y estiró las rollizas piernas orientándolas al fuego de la chimenea. "Otro año más..." Pensó...

Dejó sobre la mesa que tenía al lado el gorro rojo de lana rematado con una bola blanca, y luego posó la cabeza en el cojín que había en el respaldo de la mecedora. Durante unos minutos se meció en silencio ante el chisporroteo de la leña que ardía lentamente al fuego. Pronto la puerta volvió a abrirse y una pequeña criatura de enormes pies y piel verde caminó pesadamente hasta la mecedora. "¿Ya vienes?" Preguntó el viejo. Se incorporó entre jadeos y tomó la pipa labrada entre sus dedos llevándosela a la boca con la mano derecha, mientras con la izquierda se alzaba las gafas empujándolas desde el puente de la nariz. "Solo quería saber como estabas" Contestó el elfo. Tenía la nariz chata, y los ojos tan grandes ocupaban más de la mitad de la cara. Un gorro rojo también colgaba desde la cabeza hasta la espalda. "Cansado...¿Cómo voy a estar? Viejo y cansado..."

"Deberías retirarte...la guerra en Laponia es cada vez más cruenta, y tu nos dejas siempre abandonados aquí...deberías retirarte, ¿No crees?  El rey es cada vez más cruel con nosotros...que te marches no soluciona las cosas..."

"Es solo una noche" Dijo el viejo. Dio una calada a la pipa y miró por la ventana. El fuego de las casas de un poblado cercano llegaba hasta sus ojos a través de aquellas lentes. Su corazón, dolorido y triste, pareció gruñir de pena. 

"En una sola noche pueden morir mil elfos. En una sola noche podrías morirte tú"

"Tú siempre tan dramático, Shinny..."

El viejo se levantó de la mecedora expulsando todavía el humo de la pipa y se adentró un poco más en la cabaña. El elfo le observó con sus grandes ojos centelleando, mientras las orejas puntiagudas tintinearon un segundo. En algún lugar del mundo un niño soñaba. 

"¿Quién nos sustituirá cuando él nos destruya?" preguntó

"¿Qué importa eso? ¿Sabemos a quién sustituimos nosotros?" Preguntó el viejo. Luego tomó la foto de una mujer, que había sobre la cómoda y la observó con detenimiento. Miró sus rizos dorados, sus grandes ojos de color claro y su enorme sonrisa y suspiró. Y en silencio, ante la atenta mirada del elfo, se preguntó si aquello que sentía era amor. Si de ser un hombre normal, un viejo común, tendría igualmente el sueño de cumplir los sueños, de hacer feliz a aquella mujer...si acaso lo que sentía por ella, no le convertía en lo que era...

Y el elfo, mirándole, negó con la cabeza. "Viejo loco..." Pensó...y sonrió mientras caminaba hacia la puerta sabiéndose incapaz de hacer desistir a aquel anciano. El viejo estaba convencido, siempre lo había estado...eran los sueños los que daban la vida a la gente, el oxígeno solo les hacía respirar. Así que ahora aliviado, de que el elfo se hubiera marchado, se dirigió de vuelta a la mecedora, y con la foto sostenida en el pecho, se puso también a soñar. 

Comentarios

Lourdes Bna ha dicho que…
Genial, como tú. <3
Félix Calderón ha dicho que…
ohhhhh, gracias ricura, tú que me inspiras <3

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