Liberar al niño
-Manuel, ¿Qué tal? ¿Cómo estás?
-Bien. Y no me llamo Manuel, me llamo Lolo.
-Está bien, Lolo, ¿Podrías explicarme que es eso?
-Es una lámpara maravillosa.
-¿Si? ¿Y por qué es maravillosa?
-Porque si la froto sale un genio.
-¿Si?
-Si, es azul, es mi amigo.
-Manuel, por Dios, pero si la compraste el otro día en el
Ikea, por ocho euros.-dijo su mujer inquieta.
-¡Envidiosa!- le espetó él.
-Tranquilos, tranquilos. Manuel…digo Lolo, ¿Y ese genio,
podría verlo? ¿Podrías decirle que salga?
-No ahora no, está durmiendo.
-Está bien, está bien. Tu mujer me ha contado-el psicólogo
miró en sus notas y levantó la cabeza, luego, quitándose las gafas, añadió- que
ahora llamas Timón a tu perro.
-Es que se llama así.
-¡Y al gato le llama Pumba!- exclamó la mujer. Se llevó la
mano a la cara y negó con la cabeza.
-¡Son Timón y Pumba!-contestó él- ¿Cómo quieres que les
llame?
-Son Ricky y Luna, Manolo, por Dios- la mujer miró al
psicólogo con los brazos extendidos, parecía desesperada- ¿Lo ve?
El psicólogo asintió, se reclinó en la butaca y asintió.
-Lolo, ¿Es cierto que te han echado del trabajo?
-Si, hace dos semanas.
-Le dijiste a tu jefe-el psicólogo tomó el cuaderno y
comenzó a pasar las hojas- literalmente, “Que te den por culo hasta el infinito
y más allá”
-Si, bueno, eso dice él.
-Te encontró en tu despacho-el psicólogo levantó las cejas
mientras leía sus notas, luego volvió a mirarle- ¿Jugando con un pistolero?
-Woody, sí. Yo no soy como Andy yo nunca le voy a abandonar.
-Lolo…-el psicólogo se inclinó sobre la mesa y le miró
directamente a los ojos- ¿Eres consciente de que tienes un problema?
-Yo no tengo ningún problema.
-Lolo, mírame, te llamas Manuel, y tienes cincuenta y siete
años.
-¡Y esa lámpara es del Ikea!- exclamó la mujer.
-Me llamo Lolo, y sois los dos unos envidiosos- contestó el
hombre malhumorado. Se levantó furioso y salió del despacho dando un portazo.
Ella, suspiró.
-No quiere hablarlo, no quiere escuchar a nadie, es como
hablar con un niño de cinco años. Todo empezó este año, con las películas esas que
han sacado…
El psicólogo asintió. Bajó la cabeza, pensativo.
-Si, parece reacio a hablar del tema-dijo- primero debería
asumir que tiene un problema, pero bueno, poco a poco, tenga usted paciencia.
-Si, lo intentaré.-la mujer se encogió de hombros, cogió el
bolso y comenzó a incorporarse.
-Disculpe, antes de marcharse, una pregunta, el vestido que
lleva usted, y ese peinado, me resultan familiares pero no estoy seguro.
-Puede ser, seguramente usted me conozca, me llamo Daenerys.
Daenerys Targaryen.
-¿Qué? Pero…usted me dijo que se llamaba Hortensia.
-Es mi nombre falso-dijo ella sonriendo con superioridad- me
gusta ser discreta con mi identidad.
El psicólogo la vio levantarse y caminar hacia la puerta;
miró aquella trenza de pelo blanco que pendía en la espalda ancha y robusta de aquella mujer que debía medir un metro sesenta y guardó silencio.
Luego, cuando la mujer se había marchado, se levantó y se dirigió a la ventana.
Resopló, lentamente, con los ojos entrecerrados, sacó el móvil, marcó un
número.
-¿Si?
-¿Qué tal, cariño, cómo va el día?-dijo.
-Bien, bien. ¿Y el tuyo?
-Bueno…bien también, un loco de Disney, mi último paciente,
¿Te lo puedes creer?
Al otro lado de la línea, su esposa rió.
-Vaya, ¿Y fue bien?
-Si si, todo bien. Quería decirte que esta noche llegaré
tarde.
-¿Y eso?–preguntó su esposa.
El psicólogo se bajó la cremallera de la chaqueta y observó
en el cristal de la ventana el reflejo del símbolo que aparecía en su camiseta;
un murciélago negro sobre un fondo amarillo.
-Tengo que acabar algunos informes…-contestó.
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