La historia de los muertos (Ultimo Capítulo)
Testimonio de Daniel Uribe
Estaba escondido, no podía dejar que me vieran después de lo
que había pasado. El edificio estaba maldito, tío, y nos estábamos rayando
todos, durante toda la noche tuve mil veces la sensación de que iba a morir
allí. Si, subí con Iván, a uno de los laboratorios. Y no, yo no soy gay, pero
Iván si lo era, y me provocó, bueno, me quiso provocar, se puso muy pesado, yo
no quise, y se marchó enfadado, me acabé la cerveza y el cigarro y fui a
buscarlo para bajar, pero entonces escuché ruidos raros en varias habitaciones.
Eran como murmullos, pensé que eran ellos, Iván y alguien más, vacilándome,
pensé que querían asustarme, pero entraba en las habitaciones y no había nadie
dentro, era muy raro y apestaba a mugre y humedad. El cristal de una ventana,
de una de las salas, se rompió de golpe, solo, comenzó a agrietarse sin que yo
viera que nadie lo tocase, y luego pequeños cachos comenzaron a caerse al
suelo, pero allí tampoco había nadie, era increíble. Miré los barrotes y tuve
unas ganas tremendas de salir de allí, pero creí que no íbamos a poder hacerlo,
estaba cagado de miedo, pensé que Iván había bajado con los demás, pero cuando
llegué vi que no estaba allí. Cuando bajé, la puerta de abajo estaba cerrada,
Héctor decía que no encontraba las llaves, que las tenía yo, pero las había
tenido él, él había sido el que había abierto. Buscamos alguna salida, y en el
salón de actos me quiso matar, nos peleamos, no era él, tenía un brillo raro en
los ojos, un cuchillo pequeño, como de médico, en la mano, me hizo una raja en
el brazo, salí corriendo y me escondí en una de las habitaciones. Le escuché
llamarme, le vi buscarme, pero no era su voz, no era él, joder, además estaba
como perdido, cegado. Al poco intenté volver con las chicas, vi a Lucía tumbada
sobre una mesa y pensé que estaba muerta, luego escuché a Héctor discutir con
Raquel, y preferí volver a mi escondite, buscar un arma y esconderme, podía
pasar cualquier cosa. Cuando ustedes llegaron pensé que no me creerían, todo
había sido tan confuso…me sentía muy perdido, no sabía qué hacer, pensé que me culparían de
lo que había pasado.
¿Qué hacen? ¿Pero qué hacen? Yo no fui, yo no hice nada, ¡¡Yo
no hice nada!! ¿Qué? ¡¡Yo no digo que fueran los fantasmas, yo no digo eso!!
-¿Entonces qué es lo que dice usted?- el detective se inclinó
sobre la mesa apoyando ambos brazos. Los dos policías que retenían a Daniel,
aguardaron un momento, éste suspiró.
-Que se queden una noche allí, y si no les pasa nada yo mismo
me meto preso. –el detective rió a carcajadas.
-No tenemos otra cosa que hacer...
-Es por que necesitáis un culpable, ¿Verdad?
El detective se encogió de hombros, luego frunció el ceño.
-¡Lleváoslo de aquí, joder!
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