XII

Una manzana partida,
una rama quebrada,
la médula de una sonrisa,
rompiendose doblada.
Desayuna orquídeas
come plomo,
respira angustia;
bebe por los hombros,
vive por castigo,
canta por los ojos.
Marca con lunas en el techo
los días que han pasado
desde que ella se marchó,
mientras obsrva en silencio
las estrellas caidas,
quemando el día que la conoció.

Un día el mundo estallará en llamas,
y entre las lenguas ácidas agitándose  flotará el germen de una duda:
la mirada posada en el cristal de la ventana,
el cuerpo de la musa desnuda,
deslizándose por el recuerdo,
ondeando inmarcesible
inabarcable, desde el cielo.
Las nubes nacaradas,
el amargo desconsuelo.

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