XX
Tú coronaste este espacio.
Posabas el laurel de tus pupilas
en el vientre de estas aguas
y las hacías tuyas para siempre.
Y a tu paso los caballos,
indómitos espíritus
rendían a tu estampa
Pleitesía.
Tu observabas en silencio,
Magnolias, mirlos,
acacias y jilgueros:
espectros centenarios
se inclinaban,
sometidos,
doblegándose a tu paso.
Yo pintaba en verso tu sonrisa
ansioso por parar el tiempo,
y hacerla infinita;
sabiendo que hasta el ápice
más recóndito de sus trazos
era pura poesía.
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