Cuando se va

Le gusta pintar gris el cielo cuando se va
para que nunca la olvide.
Le gusta sonreírme de reojo 
cuando se va,
para que nunca me cure;
para que la enfermedad de su ausencia
me muerda solo a ratos
y no me devore jamás.
Para que el espacio que deja
sea infinito y voraz,
un firmamento de estrellas marchitas
que no se pueda ocupar.

Corona las calles con su luz,
eclipsa a su paso la oscuridad,
y su reflejo va,
acariciando los ventanales
deslizándose entre los adoquines
colmándolos de paz.
Le gusta secar las calles cuando se va,
se tiende las lágrimas del espanto
en el canto de las manos
para que no la pueda olvidar.

Se lleva el timbre de mi voz,
las risas de los niños,
el brillo nacarado del mar,
el poderoso fulgor del sol,
la caricia de los besos,
la lengua de los dedos;
pausa el mundo una vida,
porque odia las despedidas
pero disfruta pintando 
el cielo gris
cuando se va.

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