Madre

Yemas llorosas en los dedos llagados,
heridas lacerantes en el rostro quebrado.
En la piel la huella impía de la génesis,
en el pecho el nido insomne del penado.
Simiente piadosa del canto infinito,
del efímero aleteo del rumor de un latido,
sostenido en la semilla del llanto primigenio.

Amanece en tu vientre,
renacer atómico de la culpa perpetua,
cobijo del espanto;
fuente de luz bañando de paz
los campos yermos
con la inmortal proclama de la vida.

Piedad y dolor,
misericordia feroz ante los párpados mordidos.
Bálsamo sacro, 
llama incipiente, 
luna menguante:
Hacedora de mundos,
alma indómita del indefenso infante,
proyección irredenta de un universo remoto,
sostenida un instante de gloria en tus ojos:
Madre.

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