LX

Escribo,
con tu sonrisa en el envés de los párpados,
y tu mirada en la yema de los dedos,
rompiéndose en cada golpe
derramando su luz en el vacío;
y escucho, la llave de tu voz en el silencio,
y se abre, la basta puerta del olvido.

Te adentras
en mi mente,
fantasma perpetuo,
musa insistente;
viertes en mis manos 
versos incendiarios,
poesia inflamable.
Bailas en mi boca,
rosa negra, pura vida,
y aleteas,
liviana mariposa,
palpitante gemido.

Vuelves este reino oscuro
infinito horizonte de estrellas caídas.
Siembras magia un instante,
prendes ese segundo la llama,
y mientras sonríes, en silencio,
la poesia se escribe sin palabras.

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