El gran final


Le mató no encontrar el final adecuado. Después de conocer a su gran amor, de una eternidad dedicada al trabajo, de forjar un carácter pulido a base de golpes, de una lucha encarnizada por esquivar un destino fatal, de sembrar semillas de felicidad para alimentar el árbol de la vida: cuando iba a escribir el final no supo encontrar la palabra adecuada, y en esa discordia muda de los días cómplices que se van encadenando inexorables, como lenguas de fuego de un incendio, que nunca se llega a extinguir, se consumió, y sin haber encontrado la palabra, nadie lo pudo contar. 

Segundos antes de expirar lo entendió: la palabra estaba escondida en lo anterior, en aquello que entre recuerdos y con acierto, podía nombrar, un beso de ella, y cuatro, o cinco, verbos más.

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