Psyché
Ella
decía que se estaba transformando, que antes no era así, que algo se estaba
apoderando de él; que los ojos se le estaban volviendo bocas hambrientas, que
devoraban todo cuanto miraban, que llevaban en el fondo dos nichos infinitos
capaces de apoderarse del mundo entero, ella decía que se estaba volviendo
violento. Ella decía que la piel se le estaba palideciendo, que estaba
perdiendo peso, que se estaba quedando en los huesos; él sonreía y agitaba,
divertido, los brazos escuálidos como si fuera un cuervo, persiguiéndola por la
casa mientras ella gritaba asustada. Ella decía que el dolor le había cambiado,
que la depresión se lo había tragado, y le encontraba riendo a carcajadas, con
la boca desencajada, afilando su juego de navajas. Ella decía que el diablo le
había poseído, que se manifestaba en su voz, y él entre carcajadas se colocaba
cuernos en la nuca y danzaba en la oscuridad. Le había encontrado ebrio de
maldad, puesto de polvo de ángel, caído del cielo menos celestial. Ella le
decía que había olvidado el camino de la luz y que ahora solo albergaba maldad,
y ahora estaba allí, ya no reía el idiota: tendido en el suelo sobre una laguna
de sangre, con una navaja mariposa clavada en el ojo derecho, y otra bien
hundida en el izquierdo, y ella estaba allí, delante, temblando de miedo,
observando obnubilada los destellos del sol reflejándose en las hojas. La
transformación se había consumado, le había encontrado durmiendo, invocando al
demonio en sueños, y lo había entendido todo, cuando despertase la iba a
atacar. Había conseguido liberar su espíritu, bendecirlo con las caricias del
sol en las alas de plata, ahora tenía a dios en la mirada.
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