-V-
Y era el dolor, o la flor del silencio,
la belleza y el dolor,
deletreando el amor de los dos
que agonizaba en la tarde;
o la ingrata conciencia del sabor del ocaso,
cuando crece la sombra devorando la luz
y parpadea intermitente la vida,
cercana al punto que la culmina.
Era Venus sosteniéndolo;
gritando lágrimas de sangre para que florecieran,
rojas rosas hasta el fin de los tiempos.
Sometiendo a los poetas a la vil condena,
de rebelarse contra el ingrato poder que los afrenta.
Belleza y dolor en las retinas roídas,
versos ardientes, y poesía con filo,
rajando salvajes la piel,
la cara pétrea y
la mirada etérea
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