Credo
Que me librase del mal tu mirada,
y en un beso tuyo hallara consuelo.
Que ni la agonía de nuestras condenas,
ni el mayor de los infortunios
pudieran alcanzarnos.
Sobrevolar el inmenso peso
de las horas que nos aquejan
con la magnánime luz de la belleza
y el inexorable valor de la esperanza.
Que el calor de tus dedos me diera coraje
para un nuevo asalto,
la palabra adecuada,
el verso salvaje.
Que uno solo de tus nombres fuera bastante:
que el amor se hiciera verbo
y nos salvara
del tedio.
Ese fue siempre mi credo:
la poesía que esbozaba tu silencio.
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