Noche en blanco



Se miran en el espejo las estrellas,

y peinan con decoro sus destellos;

sobre el vientre acristalado del agua,

se deslizan ondulantes, 

los hilos de oro de sus cabellos.

 

Está el mar sereno en la noche blanca.

Rumia en la quietud de las horas,

el colosal peso de sus sueños,

mientras anhelan

condenadas las luces,

tocar la afilada sombra de tus pestañas.

 

Murió la tarde en un parpadeo tan leve,

y tan hondo al mismo tiempo,

que pintó a mano alzada

las horas más lúcidas,

el latido más eterno.

 

Palpitaban por la calle peces soñadores,

tendiendo sus ojos de las nubes,

buscando desesperados su deseo;

yo en silencio te agarraba los dedos,

tu sonrisa me elevaba:

ignoro qué habrá allá arriba,

pero aquí abajo está el cielo.

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