XXV
Las lágrimas de esta lluvia
-deslizándose sobre el cristal,
perdiéndose en su propia levedad,
cayendo agónicas, condenadas,
entre el tiempo y el espacio-
dibujan tu rostro.
Las horas pasan fugaces,
se precipitan insidiosas
desde el árido vacío
hasta la vasta gelidez
de la otredad;
no prometen nada consigo,
puntos suspensivos que conducen
a la oscura densidad de un espacio vacío.
¿Qué miran? ¿Qué miran tus ojos?
Los tuyos que solo ven lo que miran,
¿qué miran? ¿qué buscan tus ojos?
Si tantas cosas que vieron
no fueron suficiente.
Quizás lo que buscaban,
estuvo,
siempre,
dentro.
Contenido, relegado, denostado,
En el centro.
Entre los miedos y el anhelo,
Entre la bruma de un pasado cínico
Y la niebla de un futuro incierto.
Entre el nunca más y el quizás mañana.
Siempre en el mismo sitio,
Y tus ojos, sin embargo, mirando.
Buscando,
en las lágrimas de esta lluvia que:
-deslizándose sobre el cristal,
perdiéndose en su propia levedad,
cayendo agónicas, condenadas,
entre el tiempo y el espacio-
dibujan tu rostro.
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