Arachne
Suspendida sobre el ojo de una aguja clavada hasta el rincón más recóndito del vientre de un grano de arena; oscilante, como las horas que vierten las dudas, lentas pero inexorables, a orillas del miedo. Agita sus patas, araña vetusta, el tiempo rumiante. Teje soberano nido y lo puebla de incertidumbre aciaga. Roza inmisericorde con ansia constante la piel ardiente, sembrando oscuros presagios y vagas falacias, araña insolente. Mientras prolongamos inquietos y apretamos los dedos como el recién nacido se agarra a este mundo; ponemos el verbo del revés, y olvidamos los latidos sustantivos. Romper la telaraña que nos ata al vacío, al vértigo frenético que nos consume. Parar el tiempo un instante, mirar el precipicio de frente, y dejar los dedos henchidos: la huella donde estuvimos. El rastro para volver cuando de pronto, empiece a acabarse el camino.